Monday, January 19, 2009

Pentimento

Federico Pinedo Claure era el típico hijo único de dos abogados de origen caucásico, rubio, alto, educado y sin personalidad. Cuando teníamos catorce años, me gustaba porque era lindo y silencioso, porque fumaba y porque siempre le prestaban el auto para que me busque por mi casa para tomar helados o para ir a la orilla del lago a pretender que queríamos tener sexo, aunque después de unos cuantos besos (en la boca, en el resto de la cara, en el cuello) por alguna razón ambos perdíamos el impulso y nos poníamos a hablar de la escuela y de nuestro futuro. Federico pertenecía a un grupo de personas con una falta terrible, a la que pocas veces se le da importancia: no sabía qué le gustaba. Mientras yo deliraba -era claro que deliraba- con la idea de leer muchas cosas difíciles y hablar muchos idiomas y parecer muy inteligente delante de mucha gente importante, a él le daba lo mismo ser abogado que ponerse una verdulería, atender un negocio cualquiera o hacerse instructor de esquí, motivo por el cual terminado el colegio sus padres lo mandaron a la Universidad de El Salvador para que estudie derecho. Para ese entonces nosotros ya hacía mucho tiempo que no éramos novios y yo ya no fumaba ni tomaba helado. La verdad es que no me acuerdo por qué nos separamos. Es más, creo que ni siquiera tuvimos the break up conversation. Según recuerdo, la cosa simplemente se diluyó, dejamos de saludarnos con piquito en el colegio, dejamos de llamarnos, dejó de buscarme para ir a la orilla del lago. Algo dejó de tener sentido, pero nadie engañó, nadie sufrió, nadie dejó.

Pasa el tiempo, me mudo, hago lo que puedo para intentar acercarme un poco a aquello con lo que solía delirar a los catorce, mejoro en algunos sentidos y empeoro en otros pero, en conjunto, me empiezo a sentir segura, cada vez más segura en más lugares y con más tipos de personas.

Nueve años después estoy en Buenos Aires con motivo de un recital que ocurre un martes o miércoles, pero tengo plata y nada más que hacer y decido quedarme unos días. El jueves me encuentro con un par de esos semi-amigos porteños del chat y nos vamos a un pequeño concierto de Victoria Mil en un teatrito donde hace muchísimo calor y no venden nada para tomar. Nadie que no sea yo se queja. Parece que es normal. La gente se re tunea para ir ahí, llega, se sienta, ve la banda y se va. Terminado el show, bastante bueno de hecho, espero a que los locales tomen una decisión, ir a algún otro lado a emborracharse o meterse en niceto club por ejemplo, pero la cosa no se define. Pienso entonces en las fiestas que suelen armarse enseguida acá, en este pueblo húmedo y desagradable incrustado casi por fuerza en medio de la selva. Las extraño.
Después de cuarenta minutos en la puerta, que dedico a fumar un poco e intentar conversar, (aunque en realidad estoy absorta mirando los bigotes gigantescos de todos esos jóvenes que acaban de salir y las melenitas platinadas de chicas a las que en algún momento dejaré de intentar parecerme), no pasa nada. Caminamos hasta la esquina y nos despedimos hasta el día siguiente. Ya sola, cruzo una avenida anónima y, siguiendo la indicación de mis semi-amigos porteños del chat, espero el 86 en la parada. No sé en qué momento se hicieron las dos de la mañana. El colectivo llega enseguida, viene casi vacío y a una velocidad que me da pánico. Subo y dedico un par de incómodos minutos a colocar las monedas en una máquina que no consigo entender. Camino casi hasta el fondo y me desplomo en un asiento cualquiera. Enseguida lo reconozco por el lunar, pero me hago la boluda y miro insistentemente por la ventana ya que, además, tengo miedo de bajarme en el lugar incorrecto. El momento, de todos modos, llega rápido, Federico Pinedo Claure dice mi nombre y tengo que dar vuelta la cabeza y hacerme la sorprendida. El ya se está levantando y sentándose en el asiento que está libre a mi lado. Me da un beso en la mejilla y siento miedo. ¿Se dará cuenta de que tengo el pelo arruinado y peso como diez kilos más? Pero como me está hablando con naturalidad de cuánto hace que no nos vemos, me relajo un poquito, dejo de pensar en mí y en la mala impresión que podría causarle, entonces puedo mirarlo. Desaliñado, diría mi abuela; un roñoso, diría mi madre; jipi, digo yo,y con la peor de las connotaciones. Varios aros, un vaquero roto en las rodillas. Pelo largo.
_¿Y vos como andas? Me dijeron que estudias historia.
_Si, si, estudio historia. _Contesto aunque estoy tratando de acordarme quien es el personaje que está pintado de blanco sobre su remera negra.
_Yo también estudié historia. Ya me recibí. _Dice con ese cierto orgullo de quienes ya no son estudiantes y esta vez no tengo que fingir mi sorpresa.
_Qué bien, pero, ¿no estudiabas abogacía, en una privada?
_Nah, al final llegué acá, conocí gente grosísima y ahi nomás mandé a la mierda a mis viejos y decidí inscribirme en la UBA. Y la verdad que fue lo mejor que pude hacer en mi vida. Conocer la historia te permite construir un mejor presente, ¿no?
_Claro.
_Ahora vengo de una reunión con la agrupación, viste, estamos organizando campañas de alfabetización en las villas y en otros sectores del conurbano.
_Ajá, qué bueno. _Es el Subcomandante Marcos.
_Y sí, el año pasado hicimos una campaña de documentación y documentamos a más de mil pibes, viste, y les enseñamos por qué tienen que tener el deneí, cuando tienen que votar, a ver, qué valor tienen como ciudadanos, viste.
_Claro, de una.
_¿Y vos que andas haciendo acá?
_Vine a un recital, de Morrissey. ¿Conocés?
_Nah, ni idea. ¿Y te viniste desde allá solo para eso?
_Si, si, básicamente para eso.
_¿Estás laburando?
_No, todavía no.
_Qué suerte, boluda, yo no tengo tiempo para nada. Entre que laburo en dos escuelas y toda la actividad de la agrupación, no salgo a ningun lado, encima nunca tengo un mango. _Se rie. Hay algo de confianza así que le pregunto.
_¿Pero y tus viejos...?
_Nah, ni hablar, yo hace tiempo ya que me banco solo. Estuve en una pensión un par de años, fue medio bajón, pero ahora estoy con unos amigos en Almagro, departamentito, todo liso.
_Copado.
_Si, a full, la verdad que estoy más cómodo.
_Claro. Che, ¿esta que viene es la plaza Congreso?
_Sí, acá es Congreso.
_Me bajo acá.
_Uh, bajón, che, pero que copado haberte visto. Estás linda, estan buenos los anteojos. Lástima que mucho no pudimos hablar de historia no?
Sonrío mientras me levanto. Él también tiene que hacerlo para dejarme salir.
_Y bueh, otra vez será.
_Cuando quieras. Che, decime solamente una cosa, ¿quién es tu personaje preferido de la historia?
La pregunta es tan ridícula que no puedo contestarla. Trato de pensar en alguien que me guste y que no lo vaya a horrorizar.
_Bismarck.
Lanza una carcajada.
_Yo estoy entre Lenin y Allende. Está bueno hablar con alguien más de tu vocación, viste.
_Si, está bueno. Nos estamos viendo, Fede.
_De una, nos vemos.
Toco el timbre justo a tiempo para no seguir de largo. Bajo, cruzo otra avenida anónima y camino por la plaza. No teníamos nada que ver. Federico Pinedo Claure había pasado de un grupo de gente desagradable a otro grupo de gente tambien desagradable. Ese derroche de corrección política, ese estilo naif de ver el mundo, de creer que vas a cambiar la realidad sentándote a hablar hasta las tres de la mañana con tu agrupación o que vas a mejorar el futuro conociendo el pasado siempre me había parecido un poco patético, una estupidez. Pero que todas esas ideas inocentes, que todo ese impulso y esas ganas de hacer algo por otras personas vinieran de él, de algún modo me pareció lindo, y no solo lindo, sino respetable, casi ejemplar. Me suena el celular, lo abro y hay un mensaje de uno de mis semi-amigos porteños del chat. "Tamos en niceto, mandate", dice. Me detengo, casi llegando al final de la plaza, y por un momento dudo. Soy una pelotuda malcriada y parásita que no sabe qué le gusta, que no se recibe y que no hace nada más que leer novelitas, emborracharse y mirar sit coms todo el día; pienso, y no hay error alguno.
No contesto el mensaje y me vuelvo al hostel. Igual, ya íbamos a salir mañana.

Monday, December 08, 2008

Che, Lelaina y Hobsbawm


Iba a estudiar pero bueno, ya no. Qué importa si la libreta dice que mi ultima fecha de examen ha sido el diecisiete del doce, del dos mil siete. Y que la nota haya sido hasta por ahí nomás. Basta ya de bilardismo. El único bilardismo que aceptaré y aplicaré a partir de ahora será el psicológico. ¿Cómo viene la mano con eso? Me preguntan en el Messenger. Le digo, bilardismo psicológico es cuando te sentís mal y vas directo a emborracharte o a tomarte un cuarto o a coger con extraños. Lo que importa es ganar ese placer inmediato aunque después sea peor. Menotti haría psicoanálisis digamos, por años.
Iba a estudiar pero ahora no. Ya era todo. Se ha viajado, se ha visto a conocido cantante británico, se ha visto la estatua del Che, se ha visto el mar y los restaurantes de mariscos de Piriápolis. Se han visto ciudades y personas lindas. Se han visto viejos amigos y se han hecho nuevos. Se ha presumido en portugués y se ha hablado en inglés, y se ha intentado aprender francés pero no se ha podido. Se ha trabajado y se ha chateado en el trabajo y se ha ahorrado algo de platita. Se ha leído, Oh my, cómo se ha leído. ¿Leíste cincuenta libros este año? No, claro que no. ¿Leíste cincuenta libros en total, en toda tu vida? Si, sí, claro que. Bueno en realidad de hecho no sé. ¿Cuenta Mujercitas y los de Sidney Sheldon? ¿Cuenta Isabel Allende? ¿Cuenta Dolores Fancy? ¿Cuenta, finalmente, Enzo Traverso, Hannah Arendt y todos esos teóricos del totalitarismo? Y bueno. Entonces sí se ha leído y se ha aprendido y se ha sufrido tremendamente por culpa de profesoras malas y de gente que es mejor que uno. La otra noche me la crucé a esa chica, tan flaca, tan alta por el amor de dios, tan con el pelo lacio, con ese minivestido impresionante, con ese bolso que es Prune pero igual tiene mucha onda, y las chatitas, todo. Dijo que estaba haciendo una feria de diseños propios, y me invitó pero no me atrevo a ir. Qué boluda piensan todos, claro qué fácil, es linda y tiene plata y si quiere se hace diseñadora y le vende a las amigas. Pero no, pero nada que ver, la chica esta es diseñadora y produce cosas bellas y además estudia una carrera que no es derecho ni es administración ni es psicología, y tiene un altísimo promedio y pronto nomás va a tener una beca del Ciunt y es perfectamente merecida. Ella entró me acuerdo, ese día, a dar el examen que yo desaprobaría, habló, salió, aprobó, dijo que no era difícil, convidó unos chicles y se fue a la casa a tomarse un té. Sabés qué es lo peor de todo, tiene opiniones. Tiene opiniones absolutamente propias y claramente formadas. Qué lo parió como puede ser tan perfecta. En fin. Se sufrió, un poco, por la existencia de estas personas, pero también se disfrutó al saber que existen y que pueden ser amigas. No se leyeron cincuenta libros, claro que no, pero tampoco vino ningún viejo pelotudo a preguntarlo y no tuve que avergonzarme de mi respuesta.
Iba a estudiar pero ya no tengo ganas. Tengo ganas de pensar cosas tontas, de decir que me voy a encadenar al mercado del norte o que me voy a hacer guerrillera por haber visto la película del argentino en Cuba y olvidarme de todo eso a los cinco minutos. Tengo ganas de dormir la siesta y despertarme pero no levantarme de la cama, agarrar un libro, un libro de una brasilera que habla de sus empleadas domésticas que usaban la palabra pueril en sus frases, un libro de un chabón que habla de sus amigos todos yonkis, un libro de Freud, muy aburrido, y dejarlo a los diez minutos sin haber entendido un carajo.
Saldo, no sé, parece que no hice nada. No me recibí ni me casé ni me embaracé ni hice la tesis ni me mudé ni cambié de estilo ni adelgacé ni rendí absolutamente ninguna materia. Faltan pocos días para que mi mamá me pregunte de nuevo qué pienso hacer de mi vida, y si voy a seguir en esa oficina para siempre y si voy a dar clases y si voy a casarme y si voy a sacarle algo al estado. Si yo fuera como la chica esta de nombre Winona que en una película que no es esta a la que voy a referirme se llamaba Lelaina y era genial, si yo fuera como el personaje que hace esta chica actriz en esa película del psiquiátrico diría, como ella hace, planeo escribir. Seguramente en cambio hablaré de las becas y del título y de ofertas de trabajo que no existen, en definitiva me inventaré toda una vida, todo un futuro sólido.
No planeo estudiar. Mierda. Planeo estar en mi casa, salir, ver algunas pelis, bajar todas las temporadas de Gilmore Girls para tenerlas siempre a mano ahora que ya no la dan en Warner. Planeo hacer lo que me pinte, y no lo que pinte. Planeo quedarme acá, disfrutar del aire acondicionado y de las galletitas. Planeo escribir pero no tener que estar triste para ello. Planeo escribir sobre mis tías y sobre las cosas que veo en la tele y sobre los ocho brillitos labiales que acabo de comprarme, los colores son chocolate, coral, rosa tirando a rojo, rojo celeste cid, rosa tirando a violeta, canela, rosa viejo y uno transparente con brillantina. De mis primas aprendo un montón de cosas, ellas dicen no, no te compres labiales económicos que son made in china y tienen plomo y después te dan cáncer igual que los anticonceptivos, comprate lancome no seas tonta, vos lo valés. Pero what a hell, si igual tengo el labio con una ampolla y todo despellejado. Aparte me encanta porque vienen en una cajita de pseudo cristal muy preciosa toda compacta.
Parece que no hice nada y ya se acerca la hora de la verdad. Pero no importa. Seamos optimistas. Es probable que el dos mil ocho sea como el largo siglo XIX, no pasa nada pero todo está por pasar, los países se alinean, la paz es armada, todo se cocina, los pensamientos rugen y el mundo, el mundo tiembla porque sabe que la tranquilidad no puede durar para siempre. El dos mil ocho parece a simple vista una cantidad muy grande de horas en el messenger, de siestas prolongadas, de cervezas bebidas, de conversaciones banales, de peleas que no fueron, de remeritas y brillitos y tardes en el centro sin hacer nada. La bomba nunca estalló y ya no tiene ganas de hacerlo. El letargo es importante pero demasiadas cosas se aproximan y eventualmente habrá que hacerse cargo, definir. El corto siglo XX llegó tras el XIX, y estuvo repleto de personajes y de eventos demasiado tremendos que se habían gestado antes y de los cuales resultó ya imposible zafar. Tengo miedo pero igual estoy ansiosa por el dos mil nueve. Es posible que se inaugure con el equivalente (que ni sé cual sería) de la Primera Guerra Mundial.

Saturday, November 29, 2008

Cat Fight de época

El Orden, Tucumán, 1894.

Monday, November 03, 2008

bueno.

Let's go back to fiction.

Thursday, September 25, 2008

Cruda

_Mamá. Pasame.
_Tomá. Jóse te traigo un poco de pan.
_Mirá eso que locura.
_Qué cosa.
_Sí, traeme, si es que no está duro ya.
_Esto es una barbaridad. Esto está al borde de la pornografía.
_No no, mas que pornografia, es como.
_Sí, si.
_Como se dice.
_Lo que.
_Como se dice lo de los niños. ¿Hay mayonesa?
_No. Qué de los niños.
_Está horrible el pan.
_Pedofilia.
_Pedofilia, eso.
_Y bueno vos no compraste.
_Yo no te estoy echando la culpa de nada. Solo digo que está horrible el pan.
_¿Está disfrazado de Willy Wonka?
_Que horror. Cambiá.
_Yo me voy a comprar pan.
_Cambiá eso haceme el favor.
_Por qué te levantás de la mesa.
_Me voy a comprar pan dije.
_¿A vos te parece levantarte en medio de la unica comida que podes hacer con tu familia?
_Ese sombrero me hace acordar a los que nos habíamos hecho para bailar en quinto, te acordas vos.
_No.
_Son dos minutos, voy, compro, vengo.
_El auto no te lo llevás.
_Uno que me había hecho mamá, todo de terciopelo.
_Voy y vengo.
_Vos te acordás mamá. Del sombrero.
_Y como no me voy a acordar si estuve hasta las cuatro de la mañana con el forro. Qué revoleás los ojos vos.
_Nada.
_Yo siempre que te digo una verdad vos revoleás los ojos.
_Ya vengo.
_Si te vas no se te ocurra volver. Te vas a comer a la esquina directamente.
_Ay che qué necesidad.
_Vos no te metas.
_Bueno listo como sin pan. Ya fue.
_Y si comé sin pan que tampoco te vas a morir.
_La verdad.
_Qué.
_Mirá eso. Es un asco.
_Cambiá de una vez.
_Pará, pará que quiero ver. Esta pareja nomás.
_Y como lo habías hecho el sombrero.
_Bueno conseguí el armazón y lo forré con terciopelo por afuera, y por adentro con raso.
_¿Donde estará?
_Che está bueno esto.
_Gracias. No sé, debe estar tirado en algun lado. Como tiran todo ustedes. En el fondo fijate.
_Igual debe estar inmundo no sé para qué lo querés.
_Está exquisito esto, no bueno, exquisito.
_Está medio cruda la carne.
_¿Te la pongo un rato mas en el horno?
_Dejá, le como los bordes.
_De recuerdo, que se yo, para tenerlo, lo podría colgar en mi pieza.
_Qué impresionante lo que baila este chico. Y qué lindo chico que es. Fijate Laurita si hay otra gaseosa abierta.
_Lástima que sea tan puto.
_No hables así che.
_Ay mamá pero si es re puto.
_Yo no creo que sea homosexual este chico.
_Sí es.
_Sí es.
_Yo no entiendo por qué juzgan así sin saber.
_Pero no estamos juzgando, él mismo dice que es gay.
_Sí, dijo.
_Pobrecito. Tan lindo chico.
_Pero qué tiene de pobrecito, el está bien, tiene novio y todo.
_Y parece que se casa.
_Ay me estás jodiendo.
_Ayudame a levantar Laurita. Pasame ese plato.
_Sí se casa. El año que viene parece.
_No te lo puedo creer. Jóse no comiste nada.
_Y está bien, qué no podés creer.
_Te llenás de gaseosa. Después no te quiero ver picoteando a las cuatro de la tarde.
_Para mí está perfecto, si se quiere casar, que se case. Tomá.
_¿Perfecto? Toda la carne dejaste Romi.
_Estaba medio cruda te dije.
_A mí la verdad no me parece perfecto. No me parece nada perfecto. Lo ven las criaturas por la televisión, preguntan, mamá, qué pasa que ese señor está casado con otro señor.
_Y bueno.
_Y bueno nada. Ya te quiero ver cuando tengas tus hijos.
_Yo no voy a tener hijos. Y me parece muy bien que se case si se quiere casar y que sea gay si quiere ser gay.
_Mira vos, te parece muy bien. Bueno mirá yo te voy a decir una sola cosa.
_¿Hay postre?
_Si vos querés ser lesbiana selo, pero acá no se te ocurra traerme una novia.
_Ay mamá yo no soy lesbiana, te digo nomás, que si se quiere casar, qué problema hay, que se case.
_Me voy a dormir un toque.
_Aparte olvidate, porque te voy avisando que yo quiero tener nietos. Así que más vale que todos tengan dos o tres chicos. Que mirás así.
_Nada.
_Qué falta de todo realmente, no entiendo. Dejá de revolear los ojos.
_¿Hay postre?




Monday, August 11, 2008

Los Michael Corleone

Mientras cerraba la puerta se colocó los anteojos oscuros y miró hacia la izquierda y hacia la derecha con nerviosismo. Sin embargo, por un instante, casi se tranquilizó. Era imposible que alguno de sus conocidos anduviera a esa hora por ese barrio. Caminó muy rápido hasta dar vuelta a la esquina y se subió al auto. Frente al espejito, retocó flequillo y lápiz labial. Condujo quince minutos por las calles sin tráfico del domingo a la siesta. Presionaba los pedales con cuidado: todavía le temblaban las piernas, y no podía arriesgarse a perder el control. Ya bastante al límite estaba.

Sabía que era tarde para echarse atrás, para decir que acá no pasó nada, para arrepentirse y sentirse culpable. Sabía también, como sabe un condenado a muerte, que su falta no iba a quedar impune. Sabía que la explosión de la bomba atómica, que la caída de la débil torre de naipes era solo cuestion de tiempo. Ya iba a haber una falla, un error, un paraguas olvidado, un mensaje de texto sin borrar, una hora de retraso.

No le costó encontrar un lugar en el estacionamiento, y entró al supermercado caminando a toda velocidad, en contraste con el ritmo que parecía llevar el resto de la gente. Leche huevos atún galletitas sin sal. No tenía la lista. Solía ser sumamente organizada para hacerla, según el orden en el que estaban dispuestos los artículos en las góndolas. No sabía improvisar la compra, y agarraba las cosas sin ton ni son. Choclo en lata papas pollo hamburguesas patitas para los chicos. Sabía que el acuerdo tácito de silencio era importante, pero no le preocupaba tanto que se descubra la mentira, ni las consecuencias que eso podría traerle. Ni siquiera le desesperaba la idea del divorcio, del escándalo familiar, de su madre juzgándola, de los chicos llorando bajo la escalera. Lo más terrible, lo más imperdonable de todo, era lo que ya no podía cambiar, aunque nunca nadie lo supiera. La idea acerca sí misma era lo que se quebraba, lo que no tendría arreglo.

Mientras hacía la cola para la caja, desfilaron por su mente personajes de ficción que detestaba. Michael Corleone, Daniel Plainview, Scarlett O'Hara, el mismísimo Dr. House. Lo que más le molestaba de ellos era que, pese al daño que hacían, pese a sus engaños, a sus miserias, a sus traiciones, no eran en realidad mala gente. Eran solo personas, actuando con frialdad y pragmatismo ante situaciones diversas. Le daba pánico el solo pensar que podía tener algo de ellos. Se debatió entre el bien y el mal, pues conocía, al igual que todos, la diferencia entre ambos. Se preguntó si podía seguir descendiendo, mintiendo, cayendo cada vez más bajo por algo que en el fondo no valía la pena; o si debía elegir la tranquilidad y la transparencia de lo que conocía, de lo que le hacía bien.

Claro. Qué apacible, qué fácil solía ser todo cuando nada pasaba. Pero ahora, cómo volver a vivir sin la sensación del pecho al borde del estallido, de las lágrimas y la risa siempre a punto de saltarle, de las piernas que temblaban justo al cerrar la puerta. El placer y la diversión suelen aparecen como banalidades absolutamente prescindibles, en las que la relación costo-beneficio es siempre negativa. Quizás fuera así, es cierto. Era obvio que tanta mentira y tanta culpa no le traían nada más que un poco de sexo y de risa con alguien a quien en realidad no quería mucho. El placer está subestimado, pensó entonces. Era difícil, pero necesario, aceptar, aceptar que no era tan buena y abrazar a su Michael Corleone, capaz de mentir sin pestañear, aunque fuera solo para obtener un buen rato a cambio.

Pagó con tarjeta de crédito y volvió a salir al calor de la siesta.

Thursday, July 31, 2008

¿Vale?

(Robo y más robo)


En la mesa cuadrada del bar que está pegada a la ventana hay siete objetos. En el centro están los elementos comunes: un cenicero aún limpio y un recipiente rectangular que contiene sobres de azúcar y de edulcorante. A la izquierda, un par de Ray Ban con montura de carey, unas gotas oftálmicas y un celular de dimensiones mínimas, de una marca que acá no existe. A la derecha, en el extremo opuesto, un Marlboro común bastante aplastado y un encendedor Bic, negro, de los chiquitos. Las jurisdicciones de Caro y de Mili están de algún modo delimitadas, y a pesar de haber sido mejores amigas en otra época ninguna de las dos se atrevería a colocar algo suyo en el espacio que tácitamente le corresponde a la otra.
Mili, la dueña de los anteojos, las gotitas y el celular, acaba de sentarse, mientras que Caro la ha estado esperando por más de diez minutos.
_Qué linda que estás, pero, ¿no tenés frío? _En efecto, Mili tiene puesta una musculosa blanca y un cárdigan plateado muy fino que pone de manifiesto unas clavículas y un esternón que Caro no recordaba tan evidentes hace unos años.
_Un poco. Es que llegué recién la semana pasada y la verdad es que no tengo casi nada de media estación.
_Claro. ¿Qué tal, allá?_Pregunta Caro con miedo, porque sabe la respuesta.
_Y, mirá, es todo una locura. Qué se yo, es otro mundo. Es otro el ritmo de vida, la cantidad de gente, de cosas que hay para hacer, y una que quiere hacerlas todas... bueno, te imaginarás.
Caro se imaginaba. Cuánto querría levantarse temprano, trabajar durante el día en algo creativo, almorzar zucchinis salteados en fritolim y después visitar salas, muestras, cafés, inauguraciones. Podría hacerlo, en realidad. Su ciudad no era tan fea después de todo. Pero las cosas han cambiado. Sin saber por qué, no consigue levantarse antes de las once. Lo que queda de la mañana es para ordenar la casa y comer, luego a su trabajo de oficina y de ahí de vuelta a la casa, a mirar televisión, agarrar algún libro y finalmente dormir.
Mili sigue hablando de algo que Caro no escuchó, pero al volver a prestarle atención ya está en otra cosa.
_Pero contame de vos, ¿qué hacés? ¿seguís en la editorial?
_Sí. _Contesta Caro. De hecho, no suena tan mal. "Trabajo en una editorial, trabajo en una editorial". Le gusta decirlo. Qué bueno sería trabajar realmente como editora de novelas históricas o de ciencia ficción. En realidad, sin embargo, su trabajo consiste en corregir puntuación a artículos de teoría económica para una revista mensual que nadie compra hace años.
_¿Y qué tal, te gusta?
_Sí, sí, bastante.
_¿Y qué pasó con el programa de televisión que me contaste por mail?
Qué boludes, por dios. Caro se arrepiente tanto de haber mencionado eso en un correo electrónico de hace como un año. Se encoje de hombros.
_No, nada, no salió al final. Pero mejor por un lado, porque era todo el día, iba a ser muy cansador...
_Decímelo a mí, que laburo como una loca. _El mozo les trae sus cafés. Caro inmediatamente le pone dos sobres de azúcar, lo revuelve y empieza a tomárselo. Mili no lo toca, y solo beberá un sorbo amargo cuando esté frío. Continúa hablando. _Cuando me llamaron para la entrevista yo estaba entusiasmadísima, porque obviamente, es el departamento de comunicación de Cover Girl, yo que sé, nunca pensé que me tomarían a mí, sobre todo con este acento argentino, que por más que disimule se nota. Para colmo, me dijeron que el puesto nunca lo había tenido alguien de menos de treinta años, así que imaginate, es muchísima responsabilidad...
_Claro.
_Che, ¿y tu novio? ¿seguís con él? _Mili destapa el gotero, echa la cabeza hacia atrás y se pone una gota en cada ojo. _Lentes de contacto, no me acostumbro. _Dice mientras tanto.
_No. Cortamos hace unos meses.
Mili tiene los ojos húmedos después de las gotas, pero el rimel no se le corre. Cover Girl.
_No te puedo creer. Yo estaba segura de que ibas a casarte con ese chico, tan buenito que era, ¿Manuel?
_Daniel.
Ambas se ríen.
_Qué nombre feo. _Dice Mili, y Caro deja de reirse.
_Los que se casaron son José y la Vale.
Mili abre mucho los ojos y vuelve a reirse.
_¡No te puedo creer! Pobre la Vale, si supiera...
_La verdad. _Ambas se ríen entonces, pensando en lo mismo. Qué amigas vuelven a ser en ese instante en que se ríen de otro. Pero el momento pasa cuando Mili saca una foto de adentro de su cartera.
_Mi novio._Le dice. Mili y un chico alto y lindo con la remera de Washing Machine están sentados en un sillón negro y cada uno tiene una cervecita en la mano.
_¿Cómo se llama?
_Tobías._A Caro le parece un nombre espantoso, muchísimo peor que Daniel, pero no dice nada. En cambio, murmura.
_Hubo un momento en el que realmente pensé que te ibas a casar con Santi.
Mili se ríe a carcajadas, y a Caro le molesta un poco que le reste tanta importancia al asunto. Pero en seguida recuerda que Mili siempre fue así.
_¡Pero por favor! No duramos ni tres meses. Yo de hecho siempre le dije "vos tenés que volver con Caro, porque es la única mujer que te aguanta". Y todavía lo pienso, así que yo que vos voy averiguando si está soltero.
_No, no creo.
_¡Pero dale! No seas tonta, quizás sea el amor de tu vida, como vos decías cuando estaban juntos.
_Bueno pero pasaron mil años. Me dejó, se fue, volvió, empezó a salir con vos... me daría mucha cosa estar con él ahora.
_En realidad nunca fuimos novios, te soy sincera. Yo nunca lo quise de verdad, y si estuve con el ese tiempo fue porque... yo qué sé, para no estar sola. No es bueno estar solo, a mí me hace muy mal.
_De todos modos, no sabría ni cómo ubicarlo. ¿Vos te comunicás con él?
_Para nada. Le mandé un mail una vez desde allá, y me dijo que le hacía daño que le escriba y que iba a cambiar su cuenta. Me sentí medio culpable, que cambie su cuenta por mí, pero bueno, yo estoy en otra, tampoco puedo hacerme cargo de todo el mundo.
Claro que no. Mili no se iba a hacer cargo de todo el mundo.
_Creo que te entiendo._Mentira número uno, pues no la entiende ni por asomo. Mili mira para afuera.
_Cuando me acuerdo de esta ciudad siempre lo hago con tristeza. Tanta basura, tanto tiempo perdido.Y cuando vengo, tengo la sensación de que nadie se alegra por mí, de que me vaya tan bien, de que haya superado todo esto.
_Yo sí me alegro por vos._Mentira número dos. Mili sonríe, como diciendo "gracias, y si no es así no me importa".
_Vos tendrías que irte de acá. Eso tendrías que hacer. Escuchame, una señorita licenciada en comunicación, estás en el mismo trabajo desde que estudiábamos, no puede ser. Es bueno cambiar, dejar atrás todo lo malo, que se yo. Te vendría bien.
_Bueno, sí, es fácil decirlo pero...
_¿Vos pensás que fue fácil para mí, irme, estar sola, en otro lado? Para nada. Hice de todo, hasta trabajé de moza, pero yo sabía que cualquier cosa era mejor que estar acá, y mirame ahora. Yo te digo que vale la pena intentarlo. Hagamos una cosa. Mi novio es subdirector de una revista de crítica literaria y de cine, allá. Te doy el mail para que le mandes tu currículum. Yo que sé, en una de esas...
Caro se entusiasma, sonríe y le brillan los ojos.
_Dale, dale.
_Ahora diculpame pero me tengo que ir, tengo dentista.
_¿Dentista?
_Sí, allá es carísimo. Así que aprovecho para hacerme de todo acá._Dice mientras se coloca los Ray Ban sobre la cabeza. Sonríe. Su boca no parece necesitar ningún arreglo.
_¿Me das el mail...?
_Te llamo y te lo doy por teléfono, ¿vale?_Ya se levantó de su silla.
_Bueno.
Mili le da un beso en la mejilla y sale del local haciendo sonar sus tacos. Toma un taxi en la puerta y dice una dirección. Caro siempre le dio un poco de pena, pero la verdad es que el que no se arriesga no gana, y ella tampoco puede pasarse la vida solucionándole todo a los demás. Bastante tiene ya uno con sus propios problemas.